Por Alfredo Rosso (Revista "La Mano")
Navegue por buena parte de los años ochenta como una hoja de viento mece, como solía decir mi inolvidable amigo Fernando Basabru. Fracasado el proyecto burgués que la sociedad argentina bienpenante imagino para mi (matrimonio, carrera liberal, aquiescencia y temor reverencial), tuve mi extensa de hedonismo y olvido, confiando en la resistencia de un cuerpo estoico. Paradójicamente, el rock y sus coordenadas siempre fue un faro y un oráculo; resistencia, solaz y piedra esmeril para afilar mis uñas disidentes y vomitar el celebro “non serviam” del ángel caído.
Y Luca fue de los que apareció en el momento justo. Decía poco, sabia mucho. Había vivido en pocos años los que otros vivimos a lo largo de décadas de intentos timoratos de sacudirnos el bozal y el collar de canes mansitos de sociedades de inmigrantes culposos y religiones esclavistas. Luca nos metió un dedo en el culo de esa argentinidad prepotente y fútil que llevamos como rueda de molino al cuello, celebrando goles con la mano y tejiendo banderas más grandes del mundo, mientras faltan gasas en los hospitales. Luca descubrió que nos gustaba cruzar con la barrera y que nos pisen, que nos encantaba hacernos el chico malo antes de tomar un trago y volver a Belgrano (Palermo Hollywood, las Cañitas, etc.)
Luca no era políticamente correcto, ¡valga descubrimiento! Pero cambiar tres palabras con el traía una extraña alegría al ser libre que llevamos dentro. Porque no tenías que atajarte, no tenías que disfrazarte, no tenías que simular. Con Luca sentías que podías hablar de los esqueletos de tu closet, de las horas de pasear por toda la casa a las cuatro de la mañana, pensando en los planes que llegaron a “media pagina de garabatos”, como decía aquel tema de Pink Floyd. Y el probablemente se reiría y te contaría alguna anécdota de su vida en Londres, en Italia o en Escocia; de la gente que conoció en el camino, los famosos y los ignotos, porque Luca nunca hizo diferencias entre reyes y peones. Sabia, con la sabiduría de los que abarcan el universo con su pensamiento, que todos vamos en definitiva a parar al mismo lugar.
Luca no perdía el tiempo en grandes pontificaciones y sin duda se reiría a carcajadas de párrafos pretensiosos como estos. Hablaba bajito para si, cuando meditaba, o lanzaba una burla estentórea con tonada bien romana –bien porteña, al cabo, como que somos tanos que hablamos español- y te decía que te dejes de joder, que alivianes, que vivas mas y ratonees menos.
Yo no fui un frecuentador de Luca. No puedo contar anécdotas divertidas ni intimidades rimbombantes. Pero en cada camarín, casa de amigos o bar donde nos cruzamos fugazmente y cruzamos un par de palabras en esos cinco años cruciales que estuvo entre nosotros, siempre hubo una leve sonrisa cómplice entre los dos, una sensación de camino partido. Para mi, todo un honor.
miércoles, 20 de febrero de 2008
"La Honestidad de Luca"
Otra boludes dicha por Saxara a las 13:56
Archivado como: Alfredo Rosso, Musique, Sagradas Escrituras
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 Participantes del concurso de puteadas:
Publicar un comentario